Sabores agridulces en La soledad que nos habita de Paloma Fernández Gomá

Por Ana Herrera

La soledad que nos habita

Paloma Fernández Gomá

Editorial Diwan Mayrit

La soledad que nos habita es un nuevo poemario de la escritora, poeta, crítica literaria y académica Paloma Fernández Gomá, editado por Diwan Mayrit en febrero de 2024. Se presentaestelibro como un conjunto de poemas en verso libre y traducidos al árabe por Salma Moutaouakkil, doctora en Lengua y Literaturas Hispánicas (Universidad Hassan II, Casablanca), profesora investigadora, traductora y poeta. El prólogo pertenece a Alberto Torés, poeta y crítico literario, y la portada es una acuarela de Karima Toufali.

Los poemas se agrupan en dos grandes bloques. El primero aparece sin título y el segundo bajo el epígrafe “Tiempo COVID”. Los tres primeros apartados del bloque I están introducidos por los versos del poeta y dramaturgo cordobés, perteneciente al Barroco (Siglo de Oro), Luis de Góngora, máximo exponente de la corriente literaria culteranismo o gongorismo. De sobras es conocida su famosa obra Soledades. En el cuarto apartado del primer bloque los versos del poeta y dramaturgo madrileño, también del Barroco, Lope de Vega, nos introducen en ese mundo de “A mis soledades voy, / de mis soledades vengo”. Así, tenemos que reconocer que, en La soledad que nos habita de Paloma Fernández Gomá, la soledad inunda todos los espacios físicos y temporales posibles, anidando en los rincones más profundos del alma, en el amor y el desamor, alcanzando incluso a los ángeles (“Ángeles de soledad”), tema tópico en la historia de la poesía como búsqueda de superación de lo terrenal y alcance de la divino.

La soledad que la poeta conoce habita en “las hojas de la catalpa”, del frío frente a ella (quizás el dolor, la angustia, la derrota, la nostalgia del tiempo pasado lleno de risas y juegos por los lugares de la infancia). Y es aquí donde radica el poder de comunicación de Fernández Gomá, esa recurrencia a los sentimientos y emociones que son universales, porque todos nos identificamos con sus vivencias, porque todos entendemos esa soledad de que nos habla. Sin embargo, la soledad convive en perfecta armonía con el esplendor del goce de la vida abonándola de bellos momentos, y en comunión con la filosofía horaciana del Carpe diem ante la fuerza poderosa del Tempus fugit. No faltan las recurrencias al mar, a su mar de las costas gaditanas cuyas arenas se cubren en la soledad de las “Conchas vacías”, a El Estrecho, a los años huérfanos (posiblemente por las ausencias), a los patios vacíos de cada abril, a la lucha por sobrevivir ante un futuro incierto.  

El día y la noche, la luz y las sombras dibujan un espectacular mundo de contrastes que no son sino los contrastes del existencialismo, de la propia vida que va rotando en sus sucesivas estaciones. Las horas, las estrofas, las puertas cerradas, el silbo ausente de los trenes, los silencios se convierten en símbolos de aislamiento y vacío.

La mirada humanista se levanta en el último bloque analizando los estragos del COVID 19 y emitiendo un sentido lamento patente en estos dolidos versos: “Se han deshojado tantos cálices / que ya no quedan flores para la ofrenda”.

Un vocabulario variado, culto, enriquecedor y actual (smartphone) se nos brinda elegantemente. Las metáforas, como es habitual en la autora, impregnan estas páginas, de increíble belleza, entre otros recursos literarios como la personificación, la comparación y la adjetivación: “El musgo caliente de la derrota”, “Un manto de néctar”, “Aquel pensamiento fuerte de las auroras”, “Como porcelana de platos en exposición”.

El mundo natural es representado como esencia de nuestro entorno: las golondrinas, los mirlos, el ruiseñor, los árboles, las olas, el océano, el sol… Lo mismo ocurre con los acontecimientos, como aquella navidad especial, “Navidad 2020”. La preocupación por el medio ambiente se hace presente en “Las vallas publicitarias”.

Para terminar, quiero incluir este excepcional fragmento que condensa el eje temático por donde ha habitado la voz lírica y que nos conduce por una intensa emoción:

                                    “El jardín vacío a través de los cristales inspira

                                    derrota. Hoy llueve, y el agua se acomoda

                                    sin prejuicios en todas partes,

                                    atrapando el dolor de los que se fueron

                                    para dejarnos el sabor agridulce de las flores cortadas.”

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