MEMORIA SENTIMENTAL DE LOS INICIOS DE ACE
En aquel entonces, los creadores salíamos de un tiempo muy oscuro y difícil. Por ejemplo, había muchos libros que estaban prohibidos y de los pocos que lograban ser publicados debían pasar por una férrea censura. La Asociación Colegial de escritores se fundó en 1976 por José María de Lera, pero no fue hasta 1978 cuando se celebró el primer encuentro de escritores en Almería. José María tenía como principal premisa recuperar la libertad de expresión y la defensa de los derechos de autor. Algo que hasta entonces había sido inconcebible. Los escritores más veteranos vivían la falta de libertades como algo genético e inherente a su “profesión”; ellos mismos se autocensuraban. Los contratos con las editoriales eran paupérrimos y las editoriales pasaban por una fase de grandes dificultades y problemas para publicar.
Raúl Guerra Garrido
La idea era crear un colegio profesional de escritores pero no fue posible. Lo de colegial es lo único que se nos ocurrió como si fuera un alías de “colegio”. En aquel momento se había creado el INLD, el Instituto Nacional del Libro Español, lo paradójico de este Instituto es que en él estaban representados los editores, los libreros, los distribuidores e impresores. Publicaban una revista llamada El Libro Español, pero los escritores brillaban por su ausencia, en el consejo de redacción de la publicación no aparecía ni un solo escritor; no contaban con nosotros, no nos hicieron partícipes de aquel proyecto, de ahí que José María de Lera un gran y perspicaz escritor decidió crear la ACE. La colegial pretendía crearse como un interlocutor válido y representar a los escritores. La metáfora que mejor define el espíritu de ACE fue el congreso de Almería de 1978. En ella había escritores de derechas y de izquierdas indistintamente pero lo que nos unía era nuestro profundo sentimiento democrático. Cualquier nuevo asociado no implicaba que fuera a ser mejor escritor, pero sí más libre.
Este primer Congreso de Almería adquirió un tono épico, al coincidir con una huelga de pilotos de Iberia, decidimos fletar unos autobuses que llegaron al amanecer a una Almería nevada. Fue una noche de luna llena y todos supurábamos optimismo y solidaridad. Despertamos en un pueblo denominado en Huercal de Overa, el pueblo cubierto bajo una nevada fastuosa nos hizo sentir que éramos imbatibles. Al Congreso se inscribieron muchos escritores y fueron pocos los que se amilanaron para no hacer el camino en autobús.
Ángel publicaba noticias en la prensa y comenzamos a darnos a conocer. Yo fui el socio número dieciocho y el único, por aquel entonces, de fuera de Madrid.
Nuestra situación como creadores mejoró despacio pero sin pausa. Se defendía la propiedad intelectual, los editores dejaron de hacernos contratos leoninos, se reconocía nuestro trabajo y se valoraba cuando la publicación, cambiaba de formato a libro de bolsillo o bien se empezó a pagar por las traducciones o por otros soportes como los derechos de autor cinematográficos. La única propiedad que se socializaba igual en los países democráticos como en los comunistas era la propiedad intelectual.
A partir de la creación de ACE mejoraron muchos aspectos a favor de los escritores, muchas cosas que fueron positivas para nuestra vocación de creadores. Incluso llegamos a echar atrás una ley de la propiedad intelectual que no miraba por nuestros derechos. Al traductor se le empezó a valorar como creador, se consiguieron contratos con los editores de condiciones de mínimos. El espíritu gremial de los creadores, escritores nación de esta asociación.
Sin embargo, hoy en día aunque es mucho más sutil, hoy en día sigue habiendo censura. Ahora estamos pasando por un proceso de transición donde los derechos de autor han vuelto a desaparecer ya que ahora la creación se ha convertido en un bien gratuito. De modo que la razón de ser que se inició bajo la nevada de Almería continúa siendo necesaria y tal vez más que nunca los escritores debemos defender nuestro trabajo como creadores.