Por Ramón Martínez
“Noviembre”
Juan de Dios Villanueva Roa
Editorial Nazarí
Nos encontramos ante un poemario bien estructurado, como no podía ser de otra manera, viniendo de la mano de Juan de Dios Villanueva Roa, un poeta que domina el ritmo del verso y la cadencia de la vida.
Un poema, Noviembre, a modo de Prólogo, da nombre a este conjunto de versos plagados de contradicciones y anhelos, plasmados en tres partes por donde discurre el corazón del hombre a través de la voz del poeta.
Y un magnífico Epílogo de Elia. S Temporal retrata al vate ante el vuelo de una mariposa.
Un poeta debe ser la herida por donde sangra el mundo, pero también la voz que recrea la vida que asombra los ojos con la mirada prístina de quien se acerca a ella por primera vez, aunque la haya tocado con sus manos innumerables veces.
Esa es la labor del poeta, la labor ingente de un Juan de Dios Villanueva Roa, consciente en su Noviembre de que la vieja memoria prefiere los días austeros y fríos, porque acercan su final al otoño de los tiempos.
Sus versos desnudan, alumbran y “alhambran” una ciudad donde el aire misterioso y severo acaricia plazas y rasga tejados, dejando correr los vientos, mientras la envidia va por el Dauro para morir ahogada en un Genil helado.
Pero también Granada es su duende; ya sea azul, grana, verde o dorado. Ese duende que nos hiere, ese duende tan gitano y tan lorquiano.
Poesía y musicalidad, ritmo y fuego a cada paso. La muerte vive en noviembre, la vida la está buscando. Nada es lo que parece. El silencio, no es silencio. El poeta, cuando calla, llena de voces el tiempo.
El olvido, no es olvido, el poema es su recuerdo. Las cosas cobran sentido varadas entre los versos.
Así Juan de Dios Villanueva comprende la verdad de los silencios, el mundo no necesita del hombre ni de sus sueños.
Pero el poeta, insensato, busca refugio en sus versos, acercándose al crepúsculo, sabiendo que el tiempo es nostalgia de lluvia o bocanada de humo sobre el perfil del miedo.
Las palabras balbucientes, el amor en cada esquina, la madre de temblorosas manos son una flor entre dientes.
Noviembre, siempre noviembre, para morir en tus brazos, para quererte sin verte.
Quizá, cuando nada quede, el amor, tan obstinado, nos encuentre y nos recuerde.