LA PIEL EN EL VERSO

Por Inmaculada García Haro

La piel del verso

Aurora Gámez Enríquez

STONBERG EDITORIAL, Barcelona, 2021

La poeta Aurora Gámez Enríquez, delegada por Málaga de la Asociación de Escritores de España de la sección autónoma de Andalucía (ACE-A), nos ofrece en su último poemario La piel del verso (Stonberg Editorial, Barcelona, 2021) una precisa reflexión en torno al silencio que se forja sobre los recuerdos o experiencias que suponen una alteración de la trayectoria vital, en un claro ejemplo de catarsis (kátharsis) en el sentido aristotélico del término. 

Con un magnifico prólogo de Manuel Gahete Jurado, presidente de la Asociación de Escritores de España de la sección autónoma de Andalucía (ACE-A), que sirve de pórtico al poemario, nos encontramos con siete apartados que desarrollan la ruta que Aurora Gámez inicia en los dos primeros que constituyen la clave de bóveda del libro. En Eco de un totem y Tatuada mi alma describe la separación del núcleo familiar desde los once a los catorce años para continuar sus estudios en régimen de internado en un centro regentado por monjas franciscanas que le transmitieron un legado que ella ha ejercido e interiorizado. Pero el silencio que se forjó sobre este periodo, un auténtico voto cumplido, se rompe con el tercer apartado, Sentí la vida, que sirve de bisagra entre las diferentes partes del libro. A partir de aquí la autora se abre a un futuro con momentos menos severos de la existencia y que la incardina hacia sus claves vitales: la amistad, en La amistad, el laurel; su compromiso con la lucha por los derechos de la mujer en Mirada Violeta. Sed de libertad; la honestidad como principio en las magníficas liras de Legado de quien ama y, por último, la libertad y el desarrollo individual que expresa en el último apartado, Nómada. Pero es, sin duda, la vocación de servicio laico y de entrega, la faceta de su personalidad que más sorprende, la que se encerraba tras un secreto guardado durante años de forma inconsciente, que se devela ahora a través de la poesía y que expresa en haikus como toda ofrecida/con sincera bondad/ desde la cuna. (p22)

La catarsis es una experiencia purificadora de las emociones humanas. En Aristóteles encontramos por primera vez el término Kátharsis, en el ámbito de la teoría poética, que en griego clásico significa “purga” o “purificación”,[1]. Este autor clásico concreta los cuatro ciclos de la misma que, a veces, se superponen: mímesis, acción, temor y compasión; y es, desde esta perspectiva, como la autora expresa los años en que, por motivos familiares, estuvo separada de su familia.

Nacida en Coín -Málaga-, pronto la familia se somete a continuos traslados a causa de la profesión de su padre, lo que obliga, en un momento crucial de la formación académica de la niña, en la etapa de la adolescencia (1967-1970), a permanecer en régimen de internado en el colegio “La Purísima” , en sus sedes de Moncada y Torrente (Valencia), regentado por la comunidad religiosa de Hermanas Franciscanas que fue fundada en 1880 por Francisca Pascual Domenech, cuyo lema era La alegría, sencillez, acogida, disponibilidad y agradecimiento han de caracterizar nuestra forma de vida, divisa que Aurora interiorizó y con el que se identifica. Pero los largos periodos de separación familiar y de incertidumbre por la ausencia, a veces, de noticias, dada la escasez de medios de comunicación inmediata, tal y como conocemos hoy en día, provocaron en ella estados donde se puso a prueba su fortaleza interior que refleja, con la distancia de los años, en poemas como Mi desplazar la pena, donde encontramos versos de este calibre: “No me salvó la pena. / ¿Qué me salvó de un mundo de locura, / soltando así mi vida encadenada?. Décadas de silencio se cernieron sobre esta etapa difícil, sin duda, pero esa vocación de servicio y entrega la ha vertido hacia el compromiso con el movimiento feminista, de cuyo paso es testigo y memoria su libro Praxis feminista en Málaga y provincia (1990-2011)[2], y, con posterioridad, hacia la literatura y el humanismo con la fundación como presidenta de ALAS (Asociación de Mujeres por la Literatura y las Artes) (1999-2017) y del GRUPO ALAS (Grupo de Autoras por la Literatura y las Artes) (2017-…), participando en la gestión de la Asociación de Escritores de España, de la que es delegada por Málaga de la sección autónoma de Andalucía (ACE-A) y formando parte de la Junta Directiva de la Asociación Humanismo Solidario.

Todo ello queda reflejado en su estilo poético que, según expresa Manuel Gahete Jurado en el prólogo, hacen converger un gran muestrario de formas poéticas: la alianza poderosa entre el metro clásico de la lira, trasladada de la poesía italiana por Garcilaso de la Vega y tan irrepetiblemente transcrita por el místico Juan de Yepes, y los haikus introductores, que contrastan vivamente, crean un vínculo que aspira, como todo arte, al acercamiento de tradiciones exógenas o alejadas en un tándem conciliador y efectivo donde las distancias se diluyen y se potencia el poder universal de la palabra. Como no podía ser de otra manera la autora establece en gran parte de su obra un compromiso con el metro y la disciplina poética. Aurora Gámez es una virtuosa de la praxis de la versificación y conoce a la perfección sus axiomas que pone en práctica y conjuga con densos contenidos. Como afirma María Zambrano, la poesía es la palabra conjugada con el número[3] y así lo vemos, de forma magistral, en poemas como la silva Silencio y claustro: siempre el silencio de mi interior cifrado / la austeridad del claustro misteriosa / donde el tiempo pausado / calma mi alma solícita y atenta / incierto tiempo amado / siempre esencial austero claustro mío…o en los endecasílabosde Tan solo el aire limpio: En penitencia y rezo por las calles / penando por pecados no entendidos / ni imaginar pudiese que existieran.

Pero son los sonetos de este poemario la médula de su expresión. Con Metamorfosis se anuncia el giro, la externalización de su aprendizaje y su ansia de libertad que expresa en el segundo cuarteto: …descubrir desde el ser cualidad viento / la soledad inmensa que me envuelve / el universo azul en que resuelve / volar al descubierto, dar mi aliento. En el soberbio soneto El fuego de mis sueños se desvela su fuerza y virtuosismo: Sentí rugir la tierra de su profunda entraña / manar como una fuente los besos de mí misma / efluvios deleitosos poético sofisma. / Vivía sobre el fuego de mis sueños: extraña. También en el apartado De la mistad, el laurel (p. 77) encontramos ejemplos de esta forma poética de indudable técnica y mensaje como el poema Sin luna redentora. Como hemos mencionado con anterioridad Mirada Violeta. Sed de libertad manifiesta su vocación feminista citando a poetas como Giaconda Belli, Ida Vitale o Juana Castro y, además del conjunto de liras que nos frece, cierra capítulo de nuevo, con otro soneto majestuoso, Primavera en la ciudad, que comienza con este serventesio:  Cada ciclo, perversa de arrogancias / impunemente cruza la ciudad / vernales y perpetuas sus fragancias / impone su presencia y su beldad, donde la referencia metafórica es esa nueva mujer que anhela ser, dando paso al colofón de estrofas de cuatro versos que, bajo el título Nómada, sirve de epílogo a esta sugerente obra.


[1] Sánchez-palencia, Ángel. (1996). Catársis en la «Poética” de Aristóteles. Anales Del Seminario De Historia De La Filosofía13, 127. Recuperado a partir de https://revistas.ucm.es/index.php/ASHF/article/view/ASHF9696120127A

[2] Gámez Enríquez, Aurora. Praxis feminista en Málaga y provincia (1990-2011). Colección ALAS -ENSAYOEditorial Vértica, Málaga, 2011.

[3] Zambrano, M. Filosofía y poesía, Fondo de cultura Económica. Méjico, 2005.

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