Por ENCARNACIÓN SÁNCHEZ ARENAS
Esther Ramón (Madrid, 1970) es poeta, crítica y profesora de escritura creativa y doctora de Teoría de la Literatura y Literatura comparada por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha publicado entre otros libros: Tundra (2002), Reses (2008), grisú (2009), Sales (2011), Caza con hurones (2013), desfrío (2014), Morada (2015), en flecha (2017), y Sellada (2019). Ha sido coordinadora de redacción de la revista Minerva, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, y directora del programa de poesía de Radio Círculo Definición de savia. Coordina un taller de poesía en la Fundación Centro de Poesía José Hierro.
Con Reses, Alberto García Teresa (Viento Sur, nº 162) destaca la tensión y el impacto de unas imágenes brutales, descarnadas, que nos recuerdan cómo funciona la sociedad fuera de los focos y de los anuncios comerciales. Los animales, en ese sentido, enmarcados en un contexto de industrialización, son sujetos y también representación simbólica de la masa humana. Se pone en primer plano, por tanto, una perspectiva animalista que evidencia la crueldad, la falta de empatía y el ansia de dominación. Así, con una gran capacidad plástica, la poeta abre algunas líneas que avanzan hacia el surrealismo y el absurdo, pero continuamente apuntan a una profunda denuncia de la deshumanización y que se concreta en la desmembración física y moral de los individuos. Rafael Morales Barba en Poéticas del malestar antologa los siguientes versos: /Las pezuñas restan en la arena como helechos fósiles. Después pasan/ ruedas que las borran/ […]/ Preparan el altar y la lanceta pasa desde los últimos carros hasta el primero. / El animal inmóvil, atento al hombre que divide su cuello. /.
Desfrío es el itinerario de un pájaro varado que no puede migrar, que se separa de su bandada para permanecer quieto en el frío, atento a sus crujidos, a sus reverberaciones, a los ensueños de la hibernación, y por fin, al cese de la máquina de las imágenes. Lo que vuela a la inversa, excava hacia arriba, se sumerge en lo contraído por escisión. Lo que moja sus plumas en fuego y vuela junto a otras aves separadas (patos abrasados, grullas de luz). En palabras de Antonio Méndez Rubio, “los poemas de desfrío no se dejan llevar por inercia alguna: manos, pasos, suelo, animales, alfileres punzantes, árboles de vacío, pero también dolor común, trabajadores muertos, hambre, fábricas en ruinas… El desgarro se convierte así en matriz constructiva, compositiva, productiva de una escritura que queda como increíblemente suspendida en la nada, que incluso avanzara a jirones por donde nadie parecía esperarla”: /Van a abrirse/ las aguas, /Manarán de la / piedra que murió/ en mis muslos, / del pequeño gorrión/ que cayó con las hojas. / Hemorragia del agua/ estertor de la/ pequeña piedra. / Voy a escuchar/ la palabra que inunda/ las paredes del nido/ la señal de un guerrero/ de pan, que se desmiga. / Un cuerpo de ramas, /como el tuyo. / De qué hablaremos/ si nos cubre la tierra. /.
(PUBLICADO EN EL DIARIO JAÉN EL 18 DE NOVIEMBRE 2021)