Por Encarnación Sánchez Arenas.

         Manuel Mantero Sáenz (Sevilla, 29 de julio de 1930, Georgia -Estados Unidos-, 24 de septiembre de 2024) fue un poeta, novelista y ensayista español.  Considerado uno de los integrantes del grupo poético del cincuenta.

         Entre sus libros de poemas tenemos Mínimas del ciprés y los labios (1958), Tiempo del hombre (1960), La lámpara común (1962), Misa solemne (1966), Ya quiere amanecer (1975), Memorias de Deucalión (1982), Fiesta (1995), Color y olor (1997), Antología (2001), Primavera del ser (2003), Equipaje (2005), y El olor de la azalea (2012).

         Por una parte, Manuel Mantero, como todos los de su generación cronológica, emprende un movimiento de separación con respecto a la poesía de carácter social-existencialista que venía imperando en España desde los años 40. Especialmente significativo en este sentido es su libro Tiempo del hombre (1960), donde percibimos claramente el contraste entre su actitud poética y la de la generación anterior, representada por José Hierro, Leopoldo Panero, Victoriano Crémer, Blas de Otero o Gabriel Celaya, a quienes Mantero consideraba  demasiado pesimistas, lacrimosos, obsesionados con la guerra, y con lo social y existencial como única temática. En el poema ―Es una confesión―  de Tiempo del hombre, se hace honor al título con este lenguaje tan directo: /Es una confesión /y un propósito. Digo /que hay una intención nueva en cada verso mío. /Hierro, Leopoldo, Otero, /Celaya, Crémer, hinco /mi lanza en vuestra sombra, /bebo coraje y tiro /por la calle de en medio /dando vivas y brincos. /Os sonríe la patria, /eterna, y yo os sonrío /por valientes, por libres /y por hijos legítimos. /Con vuestras marchas fúnebres /preparasteis los himnos. /Ya los muertos, sembrados /a la fuerza, han salido /de la tierra, en trigales /y flores convertidos. /Con vosotros estamos /en deuda. Pero digo /que mi generación /tiene un signo distinto./

         El segundo movimiento que realiza nuestro autor significa de nuevo un desvío, separación o fuga, en este caso con respecto a sus propios compañeros de generación, apartándose precisamente de aquellos con los que había emprendido el anterior proceso.

         Para Mantero, la poesía no debe tener ninguna limitación temática. Precisamente, uno de los elementos claves que no compartió con las generaciones con que le ha tocado vivir fue el debate sobre esa limitación. El poema titulado ―El que tiene mala memoria―, habla sobre esa cuestión metapoética, que es central en su forma de entender la poesía: /

Soy el que crea. Nada /me limita, pues todo va a su origen. /Poseo /por la noche a la esposa y la hago virgen, /releo un libro y siempre es nuevo, /miro un cuadro y lo invento. El mundo vive /en mí sin condiciones genealógicas, /preciosamente repentino y libre. / , como apuntan José Soto Vázquez y Ramón Pérez Parejo en   “ la singularidad del poeta Manuel Mantero: guía didáctica a través de los textos”, Campo abierto, pp. 195-205.

(PUBLICADO EN EL DIARIO JAÉN)

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