Por Encarnación Sánchez Arenas
María Antonia Ortega Hernández-Agero (Madrid, 1954) es una poeta y abogada española. Su trayectoria literaria comenzó en 1988. Su faceta creativa proviene de su infancia, en la que dirigió un grupo de teatro en uno de los colegios en los que cursó estudios. Es sobrina nieta del filósofo José Ortega y Gasset y sobrina de la intelectual Soledad Ortega Spottorno. Licenciada en Derecho en 1976, ejerce la abogacía, actividad que compatibiliza con la poesía, la crítica literaria y los estudios académicos.
Entre su obras tenemos Épica de la Soledad (1988), La Viña de Oro (1991), Descenso al Cielo (1991), El Espía de Dios (1994), Sí, Antología Poética, o La Existencia, Larvada (1998), Junio López (1999), La Pobreza Dorada (2003), Digresiones y Rarezas, Postales, Recuerdos, Souvenirs (2007), El pincel fino, A dreaming woman (2010), Hazversidades Poéticas (2010), El Emparrado (2014).
Con El Espía de Dios, como propone Carlos Piera Gil, en Ínsula: revista de letras y ciencias humanas, nº 580, 1995, desnaturalizamos esta obra llamándolo mística (no experiencia, sino evidencia mística). Se presenta en términos cristianos, aunque de improbable ortodoxia, o al menos deístas, pues Dios no es invisible, sino transparente, y la verdad es transparente como Él. La revelación y ocultación, como manifestación y transparencia, son exactamente lo mismo: /Dios no habita en lo alto, sino en lo profundo,/ y su revelación dura lo que un libro que se/ escribe en una noche./ Y en su familia, familia de Dios, por lo menos/ hay siempre un loco y un poeta./.
De Digresiones y rarezas: Postales, Recuerdos, Souvenirs, la interacción con el otro es el rasgo que separa más estrictamente la noción de compromiso o responsabilidad exhibida por Ortega y aquella planteada por la poesía dominante: la ética de la primera empuja a su voz poética a vivir una vida no social, como promueve la noción de compromiso prevalente, sino en común, que permita retener la singularidad a los otros. El objetivo de esta poesía consiste en reflejar el papel individual de cada uno en el cosmos humano, y su obligación ética de respetar a los demás. La gentil compañía entre los seres humanos de Ortega se contrapone totalmente al frente homogéneo y activo de la ‘poesía de la experiencia’, no obstante es otro modo de lucha comprometida en el contexto postmoderno, que implica una fe conmovedora en el resto de los seres humanos, en su capacidad afectiva y de respeto, como indica Diana Cullell, en “Versiones postmodernas de compromiso en la poesía española contemporánea: los ejemplos de Luis García Montero, María Antonio Ortega y Jorge Riechmann” de Espéculo: Revista de Estudios Literarios, nº 43 (2009-2010): Así, su texto literario “Rincón romántico” nos dice/ “Escribo versos y los demás dicen que soy poeta; pero quizá lo que más me/ hubiera gustado ser es músico callejero; interpreta rodeada de desconocidos, y / vivir de las monedas que éstos arrojasen a mi platillo”./.
(Publicado en el Diario Jaén el 21-01-2023).