ALTAR DE LUZ Y LUNA

Por Rafaela Hames Castillo

Antonio Ángel Agudelo

Altar de Luz y Luna

Editorial Iruya (Córdoba)

He aquí una arcana trinidad a la que accedemos a través del discurso poético de Altar de Luz y Luna, un acto depurado que transforma la fe religiosa en una abrumadora rosa poética nacida de y en otros mundos.

Hace algunos días (y noches también), accedí a las páginas del nuevo libro del poeta Antonio Ángel Agudelo editado, con todo primor de detalles, por la editorial artesanal cordobesa Iruya, que dirige con gran vocación  el poeta gráfico José Lara. Altar de Luz y Luna es el  título de este volumen poético lleno de plasticidad y  sabiduría, características que, bajo mi modesta opinión, deben ser fundamentales en poesía.

Altar de Luz y Luna está estructurado en cuatro apartados: Amoramor, Covid-19, Química de la ira y Revolución. Cuenta, asimismo, con el prólogo de Francisco Arriero Ranz y el epílogo de Arturo Hernández González, en ambos se nos avisa y concluye, respectivamente, que no estamos ante un texto en el que se nos hable de los consabidos matices de todo acontecer diario. Muy lejos de semejante tedio, Antonio Agudelo, trasciende cada línea, para devolvernos esos aspectos magistrales de los instantes que suelen pasar inadvertidos.

Con un lenguaje extremadamente rico y sencillo a la vez, un estilo modernista, a la vez que onírico y un amplísimo bagaje cultural, podríamos asimilar sus versos,  palabras y estructuras a raíces, troncos y ramas de árboles del conocimiento, árboles de la vida, árboles sólo hallados en textos sagrados llenos de simbolismo y transmisores de verdades primordiales. Árboles que, bajo esta condición sagrada, fructifican en elevación de aquellos que tienen acceso a su benéfica dádiva.

Es así que, al leer, asimilar, aprehender como diría el maestro Maimónides, nos aborda la fuerte intuición de que  a partir de la inmediatez geográfica, los hechos cotidianos, el paisaje familiar, la creencia religiosa principal en esta latitud del mundo, así como del consecuente estado de inquietud provocado por la alarma sanitaria que venimos atravesando, Antonio Ángel, demiurgo, está construyendo una liturgia, una mitología, unos motores de vida, muerte y orientación  nuevos. Es decir, crea conforme observa, experimenta e interioriza, inusitados espacios que vienen a configurarse como divinos e icónicas criaturas con reveladores atributos. Tales son, por citar algunos, el nutricio Árbol del Pan, el Castillo de Diamantes y la Panadería Celeste o la Reina Maga y el Viejo Guitarrista Ciego.

Es la Belleza, la divinidad a quien se rinde incondicional culto desde un estado de gracia en el que se acrisolan, a partes iguales e inseparables, espiritualidad y materialidad.

Es el Amor la entidad salvadora, el pan espiritual siendo que tras el viene la tristeza o que quizá, sin él, en su ausencia, la tristeza es un hecho.

Es la Muerte el génesis de la vida y a través de la cual nos llega la redención del sufrimiento pues es en ella que sólo encontramos consuelo.

He aquí una arcana trinidad a la que accedemos a través del discurso poético de Altar de Luz y Luna, un acto depurado que transforma la fe religiosa en una abrumadora rosa poética nacida de y en otros mundos. Entre sus pétalos es que se producirá una catarsis sanadora de la decadencia, la miseria, la falsedad, la codicia devastadora, la ferocidad de la marginación o la profanación de los seres inocentes pues es un texto, fiel reflejo de su autor,  que repudia y denuncia cuanto de vil existe en el ser humano.

Nos reflejamos pues en la superficie de sus lámparas de cobre, tropezamos con las sombras de sus prodigiosas edificaciones, besamos al gusano del controvertido fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, nos enamoramos y amamos, permitimos que se nos convierta la sangre en tinta así como el agua en su día fue convertida en vino por el nazareno, nos arrobamos ante la perfección de un Templo de Amor representado por el cuerpo femenino, saciamos nuestra hambre y  sed de salvación a partir de la prodigiosa Sopa de Letras y del virtuoso Búcaro Verde gracias a la Sagrada Escritura, a esta magnífica obra pues Todo el saber del Universo se concentra en un solo astro, en un solo pensamiento en el rostro del Amor.

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