Editorial: Diputación Provincial de Huelva, 1992
ISBN: 978-84-86842-52-9
“Maldevo” es el título de mi segundo libro. Publicado, en 1992, por la Diputación de Huelva, tras ese nombre hay un caótico puzzle de textos que, una vez ordenados o no, constituye (o, para ser más exactos y no identificar signo y referente,) evoca el mundo resultante de mi interacción con los paisajes de mi infancia y adolescencia. Visión que se quiere poética en la vivencia semionírica de la niñez y porque transcurre en un entorno que (hay testigos) era así, mezcla de realidad y magia, no pudo ser (o no permití que fuera) novela al uso, pues todo el obligado artificio que el género exige hubiese anulado la desestructura (o estructura aleatoria) del recuerdo, deviniendo quizá interesante relato (al que, advierto, no renuncio) pero no lo que yo en ese momento quería.
No puedo acordarme, como es natural, ni con exactitud ni sin ella, de los momentos en los que fui escribiéndolo. Sé que fue en algunos días de lluvia y en muchas siestas de verano junto al mar cuando, con edad diríase que inapropiada para una nostalgia de la que hoy casi no queda rastro, me asaltaban escenas y aventuras mitad recordadas mitad inventadas en la prolongación de una memoria proustianamente aguijoneada por el olor de la tormenta o de las siemprevivas, por la luz cegadora del mediodía estival o las notas de alguna vieja canción.
Tras muchas vacilaciones, Maldevo (cuyo título –y aquí no fantaseo- formaba parte de un poema que soñé y recordaba perfectamente al despertar), adoptó forma de miscelánea intergenérica. Poemas, cuentos y trozos de prosa aparentemente inconexos quisieron mostrar al lector un cosmos que a algunos gustó mucho y a otros no tanto.
Una anécdota. Durante mucho tiempo, quienes leían el libro me preguntaban qué era eso de Maldevo y qué significaba. Yo les decía la verdad, que no significaba nada, que era un nombre que había soñado dentro de un poema en el que se denominaba así al pueblo en el que yo había crecido. Años más tarde, cuando apareció Internet, busque un día, por curiosidad, esa palabra (que creía inexistente) en la red. Para mi sorpresa, apareció un lugar de Asturias que se llama así. Hoy he vuelto a buscarlo para enlazarlo a esto, pero ya no está. Nunca fui a verlo, aunque me he prometido que lo haré algún día.