HERENCIA DEL TIEMPO

Por Paloma Fernández Gomá

Herencia del tiempo

Alfredo Jurado

Ánfora Nova. Rute (Córdoba) 2021.

El poeta cordobés Alfredo Jurado nos presenta su última publicación, Herencia del tiempo, publicado por Ánfora Nova. Un libro divido en tres partes que constituyen la memoria temporal del poeta. Desde el Pretérito Perfecto, primera de estas tres partes, donde se constata el presente de la acción terminada. En el segundo apartado con el nombre de Bitácora, cajón que acoge la brújula, para guardar por esta vez los versos de Fernando de Villena junto al timón del libro: Antaño siempre me eran/muy propicias las musas,/acaso en mí veían la inocencia perversa/de los años alegres en los que nos creíamos/ungidos por los dioses y dueños de otras vidas. Para encarar el último de los apartados: Ventana interior, y tercera de estas partes, el poeta cita versos de Paloma Fernández Gomá: Aguardamos un milagro que nos saque/ de nuestro ensimismamiento./Somos y seremos guardianes imperfectos de nosotros mismos./Hacia dónde caminamos. Desde esta ventana, Alfredo Jurado mira hacia su interior.

Alfredo Jurado es un  poeta de una trayectoria consolidada en base a una obra cimentada en una poesía intimista de hondo calado, bien construida y sensitiva, que sabe acercarse al lector con poemas sugestivos.

En esta entrega nuestro autor se centra en el tiempo y la herencia que deja en nosotros. Somos consecuencia del tiempo y éste nos va doblegando. Somos pasajeros de un tiempo que vamos consumido lentamente, mientras vivimos, con mayor o menor intensidad como Alfredo Jurado apunta en la primera parte del libro. Para  después resucitar el recuerdo de la juventud, del amor en sus albores. La luz cálida de un tiempo ya consumido, que nos devuelve la placidez de intensos momentos que forman parte del pasado. Más tarde el poeta se asoma a la ventana del presente y logra configurar la realidad de su tiempo. De lo que vive ahora.

El libro es un  paseo de la palabra a través del tiempo,  que nos deja un recorrido de relación vivida desde un prisma sensitivo de leves matices eróticos, con una visión de la naturaleza transmitida en el uso de nombres de plantas que son elementos adjuntos de fondo para que los poemas recobren vigor natural aproximación e incluso compañía. Así torvisco, celindas, nenúfares, jara o licopodio acompañan los versos de Alfredo Jurado.

Alfredo Jurado sabe transmitir tensión temporal- sensitiva en sus poemas, recogiendo la vibración de juventud, la intensidad aproximativa de los años primeros cuando crece el amor de forma espontánea. Después viene la nostalgia cuando leemos: Y pasaron las horas/los días, las semanas/todas las estaciones/que trajeron los años;/alcanzaron distancia/descubrieron caminos/y contaron los cúmulos/ -que se forman inmensos-/como grandes magnolias./ Pasó la juventud,/ se escapa lo mismo/que una torcaz en vuelo; (pág. 47).

Porque la juventud fue como recita el  poeta en estos versos: Apresa la torcaz que se esconde en su pecho,/que no escape volando, que no se escape huida,/pues se abronca asustada y pudiera perderse,/enlaza muy despacio su cintura,/con tus brazos de hiedra. (pág. 30).

Al finalizar el libro, el autor se encomienda al amor como valedor del tiempo, requisito único para alcanzar el concepto que encierra la palabra vida. El poema Epílogo reúne estas consideraciones. Leemos: Amar es un concepto inabarcable/que te arrastra hasta el centro de un volcán que no estalla,/la fuerza inexplicable que te sacude el alma,/la savia enrojecida que te hidrata la piel,/el juego de los brotes de una tierna mandrágora. (pág. 56).

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