AHORA QUE ES TARDE

Es este un tiempo extraño en el que parece campar con virulencia un excesivo egocentrismo. Las distintas situaciones que vivimos desde hace más de un año a causa de esta terrible pandemia nos está desequilibrando de tal manera que no atendemos a razones. Ahora, más que nunca, cada uno está solo ante sí mismo. Y por ese mismo motivo el ego se amplifica ostensiblemente. La situación nos ha llevado en otros casos a padecer una creciente ansiedad, una desesperada angustia que nos abisma en el vacío. La oscuridad se ha presentado sin previo aviso y el túnel no tiene fin. Es éste, digo, un tiempo gris, y de él somos todos prisioneros. La sensación de cárcel, o lo que es lo mismo, de privaciones se ha acrecentado tanto que no hay reacción, tampoco revolución posible, por citar los extremos. Tal vez, como he dicho en otras tantas ocasiones, sea la poesía la única salvación posible, el único refugio o la única verdad capaz de mantenernos vivos. La poesía venció a ese estado de abandono y ansiedad continua. Y así pude comprobarlo tras finalizar la lectura de uno de esos libros que quedan siempre en la memoria: Ahora que es tarde, un texto antológico, autoría del poeta abulense y también extraordinario aforista José Luis Morante (El Bohodón, Avila, 1956). Ahora que es tarde (espero que no lo sea mucho para tanto por hacer) recoge poemas de sus libros Rotonda con estatuas, Enemigo leal, Población activa, Causa y efectos, Un país lejano, Largo recorrido, La noche en blanco, Ninguna parte   y el inédito Nadar en seco. Del prólogo es autor el profesor y poeta Antonio Jiménez Millán, quien en sus primeras líneas establece un análisis con base en tres cuestiones centrales: “la evolución del sujeto poético y la presencia de la otredad, los enlaces con la tradición literaria (y cultural, se podría decir) y, finalmente, la importancia de la metáfora del viaje”.  José Luis Morante es un poeta de amplia y abarcadora mirada hacia el mundo que le rodea, pero también al interior, al que vive en él y se muestra en todos y cada uno de sus silencios. Por ello su poesía está marcada por la sutileza e ironía, la nada y lo absoluto complementándose en un juego conceptual riguroso, tal vez consecuencia de esa otra variante de la visión honda y profunda de la realidad que transforma con maestría en extraordinarios aforismos, caso de los compilados en otros textos, pero que marcan su impronta poética muy sustancialmente. El paisaje urbano, los objetos, las cosas sencillas y la cotidianidad también confluyen en este estar y ser del poeta que observa desde su atalaya cuanto acontece a su alrededor para luego transformarlo, mutarlo o metamorfosearlo en otra bien distinta realidad, abstracción o imaginario propios. El silencio interior se hace luz y regresa cada día en la mirada del poeta que no descansa en sus continuos viajes por la geografía de la realidad, como cuando enmudece en una cualquiera rotonda: “Cuando no supe de qué hablar con los hombres, / descubrí una rotonda y me dispuse / a enmudecer, sin más, entre sus piedras”. Morante señala en las cosas aparentemente sin importancia toda una variedad de significados y símbolos que proporcionan al lector las claves que caracterizan su poética, la fuerza de la sobriedad castellana de la mano de su honda expresión aun tratándose de un paisaje urbano. Esa lucha interior en la búsqueda de una identidad y la cruel realidad, nutre a veces una desazón, una manera de entender el mundo que vaga por la abstracción nacida de la experiencia y define un determinado modo ver las cosas desde una lejanía cercana. Es la palabra un fuego nutricio que no cesa y el poeta se sabe suyo, poseso de él: “Desde mi soledad / a ti camino, / con la certeza intacta / de que tú mientras tanto / inventas el andén que ha de acogerme”. en ese devenir de la vida, de las relaciones humanas, la ciudad se conforma nítida en la memoria: “Una vez más regreso a la ciudad de siempre, / descifro con premura / un largo itinerario de recuerdos, / mientras sube, con ardor renovado, / la hiedra de otros días / desde un lejano sueño hasta la boca. (…) La llegada del alba desvanece / una ciudad cuyo enclave es el olvido”. El paisaje urbano tan presente en la obra de Morante revela su particular percepción del mundo, pero también abarca una tradición literaria que abastece y enriquece su poesía, como cuando escribe, en alusión al gran Juan de Yepes: “Porque bajo el techado más sombrío / el pensamiento se conforma libre, / siento el mínimo roce de unos versos. / Cada noche se afirman sin desmayo, / como si los forjara la impaciencia”. Pero también el poeta se mira hacia adentro, a sí mismo, a lo que quiere o no ser, bucea en su propia carne hasta descarnarse, en su propia voz hasta enmudecer, así la vida, su vida en manos del destino, su alma entera en unos versos: “Crece el silencio en mí, / la nada vuelve. El tiempo es la frontera / en mi mapa menguante. / A la luz del ocaso / ya no quedan tareas perentorias. El futuro es de otros.” Sin duda alguna, Ahora es tarde es un libro necesario para aquellos que quieran acercarse a la obra poética de José Luis Morante, en esa búsqueda continua de la palabra y de todos sus silencios, donde su intensa luz ilumina el cosmos para reconocerse en el amor y la otredad como razón de ser: “Cerca o lejos, mientras existas, soy”.

Título: Ahora que es tarde      

Autor: José Luis Morante

Editorial: La Garúa (2020)

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